Aspectos a considerar sobre los distintos sistemas de control de heladas en huertos frutales

Sin miedo al frío: Se llama heladas a la exposición a temperatura del aire igual o menor a cero centígrados, frente a la que el agua se congela. Heladas intensas por extenso período de tiempo pueden causar daño en tejidos vegetales sensibles.

06-jul-2018

Para frutales, esta combinación ocurre en primavera, con condiciones meteorológicas inestables en el momento en que los tejidos vegetales están más tiernos y expuestos (floración y cuaja). En las últimas temporadas, ha prevalecido la incertidumbre acerca de la ocurrencia de heladas que puedan causar daño a huertos frutales. Heladas importantes, por magnitud y duración, ocurrieron en septiembre de 2013, cuando afectaron carozos, perales y vides en O'Higgins, y kiwis en El Maule. En octubre de 2014 se registró una helada de menor magnitud, pero con manzanos recién cuajados en El Maule, y una serie de heladas en los primeros días de septiembre de 2016 afectó a cerezos con avanzada fenología, también en El Maule. Esto evidencia la necesidad de conocer el fenómeno de la helada y su efecto sobre los frutales, como las diferentes alternativas de control, para enfrentar estas situaciones con el mayor acierto.

TIPOS DE HELADA

Son dos los tipos de heladas que afectan a la agricultura chilena: helada por radiación y helada de advección o polar. La helada radiativa se produce por pérdida de energía desde el suelo a la atmósfera durante la noche. Éstas son típicas de condiciones postfrontales en invierno, dadas por días despejados, sin viento y baja humedad relativa. La temperatura de dichas heladas no suelen ser menor a -3°C y no influye más allá de los primeros tres metros de altura. Por otro lado, las heladas advectivas son masas de aire frío que se desplazan desde el Polo Sur. Al contrario de las heladas radiativas, al contener una gran masa de aire, pueden alcanzar 30 metros de altura y con temperatura similar en todo su perfil, de al menos -3 ó -4 °C. Éstas son típicas de primavera y demarcan perfectamente su paso de acuerdo a la topografía. Un evento de este tipo puede permanecer por muchas horas afectando al frutal (5 a 7 horas). Son, sin duda, las heladas más destructivas para la fruticultura, por sus características y por el momento en que ocurren, cuando los tejidos frutales son más sensibles a la baja temperatura.

DAÑO POR HELADA

Se han descrito dos formas por las cuales los tejidos vegetales son dañados en presencia de helada. El descenso de temperatura produce un gradiente de potencial hídrico en el tejido, a medida que el agua de los espacios intercelulares va congelándose. Con ello, el agua contenida en el protoplasma celular (parte de la célula que incluye la membrana, citoplasma y núcleo) comienza a salir, hasta producirse, eventualmente, plasmólisis celular. Así, el daño ocurre una vez que la célula no puede retornar a su estado original. La otra forma de daño se debe a la acción destructiva de los cristales de hielo, formados durante la helada. Si el descenso de temperatura es muy rápido, no da tiempo a la salida de agua de la célula y se producen cristales de hielo intracelulares que provocan la destrucción de sus componentes. Otra vía similar se atribuye a los cristales de hielo formados en los espacios intercelulares, que dañarían la membrana citoplasmática, al tiempo que ésta aumenta de volumen por ingreso violento de agua, ocasionado por el incremento de la temperatura ambiental al retirarse la helada (Yuri, 1992). Por lo anterior, se señala que una alta velocidad en el cambio de temperatura del aire incrementa el daño de la helada.

En frutales, floración y postcuaja, corresponden a los estados fenológicos en que los tejidos son más sensibles a temperatura de congelación, dado su carácter terso por su temprana edad. Heladas advectivas, de gran magnitud térmica (temperatura igual o menor a -3 °C) y duración (cuatro horas o más), pueden ocasionar importantes daños a las flores o frutos recién formados. Heladas de este tipo pueden causar desde caída de frutos recién cuajados hasta deformidad o formación de russet en forma de anillo, típico daño de helada.

MONITOREO Y PREDICCIÓN

Es importante establecer la dinámica de la temperatura del aire, tanto para anticipar la ocurrencia de una helada como para estimar el momento de puesta en marcha del sistema de control. En la actualidad, si bien se pueden predecir los eventos de helada, y son difundidos a través de alertas y boletines, a nivel predial es necesario monitorear la temperatura, para decidir el sistema de control y su inicio.

La masividad que ha adquirido el uso de estaciones meteorológicas automáticas en los huertos, así como la penetración y versatilidad de las tecnologías digitales, ha supuesto un cambio sustantivo en las herramientas disponibles en fruticultura. En este sentido, destaca el esfuerzo combinado para sacar adelante la Red Agroclimática Nacional (RAN) así como el impulso que ha dado FIA a las iniciativas en predicción de heladas, desarrolladas por el Centro de Bioinformática y Modelamiento Molecular (CBSM) de la Universidad de Talca y por INIA. El sistema de monitoreo y alerta temprana del CBSM utiliza técnicas de inteligencia artificial y el de INIA se basa en predicción meteorológica.

En la línea de la adaptación de la agricultura en el milenio, se distingue el proyecto FIA liderado por el Dr. Fernando Santibáñez, que ha culminado en la publicación del Atlas Agroclimático de Chile, un aporte mayor para el desarrollo agrícola del país.

SISTEMAS DE CONTROL PASIVO

Los sistemas de control de helada se clasifican en orden a su forma de acción, como pasivos o activos (FAO, 2010). En la primera categoría se incluyen medidas culturales, desde la más básica e importante que es la elección del lugar para un proyecto agrícola definido. En este sentido, es recomendable conocer el régimen de temperaturas anual de la localidad en cuestión. Así, es posible enterarse de la ocurrencia de heladas en temporadas anteriores, su frecuencia, magnitud y duración. Este tipo de consulta es cada vez más solicitada al Laboratorio de Ecofisiología del Centro de Pomáceas, en general para la evaluación del potencial de una localidad para proyectos de explotación frutícola. En la actualidad existe una amplia oferta de información agroclimática, y de fácil acceso a través de recursos digitales, para su análisis. De no contar con estos datos, la experiencia de huertos en la zona será relevante de conocer.

El siguiente aspecto a considerar es la topografía del terreno, dado que el aire frío se deposita y desplaza por las zonas más bajas del relieve. Ésta determinará sectores más sensibles a daño por helada y el sistema de control más apropiado a implementar, como su eficacia. La disposición de cortinas cortaviento se utiliza como drenaje de la masa de aire frío, de modo de desviarla y que no contacte la plantación. Estos muros pueden ser naturales, tal es el caso de alamedas, o artificiales, como el uso de mallas. Para su implementación, es necesario un correcto análisis del movimiento de la masa de aire frío, para que no resulte el efecto contrario, reteniendo el aire más frío sobre el huerto. Otro cuidado es la sombra que podrían producir sobre las hileras próximas, que suele disminuir el color de la fruta o reducir la actividad fotosintética de los árboles afectados.

Otro manejo cultural se refiere al manejo del suelo y el riego. El suelo debe ser considerado como un enorme cuerpo que trasfiere calor. Para que lo absorba durante el día y lo transfiera lentamente a la atmósfera durante la noche, se recomienda mantenerlo húmedo, con la cubierta vegetal corta y mullida la superficie, reduciendo el relieve. En especies más sensibles al frío, como el kiwi, se suele proteger el tronco con diversos materiales aislantes. En cuanto a diferencias entre cultivares, estas serían mínimas, si bien no hay experiencia consistente. En cerezos, la sensibilidad entre cultivares se atribuye, en gran medida, al avance del estado fenológico de las yemas. En manzanos, existen portainjertos con diferente sensibilidad al frío. Sin embargo, las selecciones resistentes fueron desarrolladas para soportar el invierno, extremadamente frío de climas templados continentales, como en el norte de Europa, Norteamérica y Asia.

Árboles con una condición hídrica, nutricional y sanitaria adecuada aumentan su tolerancia a las heladas, al contar con mayor número de fotosintatos en sus tejidos más sensibles.

Algunos agroquímicos usados en control de helada tienen el mismo principio de acción, aumentando los solutos y con ello disminuyendo el punto de congelación del tejido. El control de bacterias es otra medida que fortalece la respuesta de la planta frente a un evento de helada.

El retraso del desarrollo de las yemas en primavera es una alternativa para escapar de probables heladas. Esto se logra retrasando la salida del receso o el avance fenológico de las yemas, asperjando agua al árbol como refrigerante. El despliegue de cubiertas antilluvia tempranamente en cerezos también es una práctica usada para reducir el daño de heladas, pero adelantaría el desarrollo de las yemas.

SISTEMAS DE CONTROL ACTIVOS

• CALEFACTORES: La emisión de calor constituye un sistema de control activo, en el cual se entrega calor a la atmósfera mediante quema de algún combustible. Lo más común es el uso de calefactores a petróleo. Dado que se entrega calor directo al aire, el cambio de temperatura no es uniforme, lográndose aumentos de 2-3 °C, y de 1 °C al considerar el promedio en los primeros tres metros desde el suelo (FAO, 2010). Por esto, los artefactos deben distribuirse lo más homogéneo posible en el huerto, 70 a 150 unidades por hectárea, dependiendo del equipo. Los calefactores actuales, de alta eficiencia y prolongada vida útil, poseen un estanque de veinte litros, lo que le confiere una autonomía de alrededor de diez horas. Sin duda que la gran ventaja es el bajo costo que involucra este sistema. Sin embargo, ofrece un control limitado frente a heladas polares, de gran magnitud, y es necesario un importante despliegue de personal para su operación (encendido y reabastecimiento), así como un amplio sitio de acopio. Por lo demás, será útil contar con una reserva de petróleo en el huerto.

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Fuente: Mundo Agro

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