Las manos del campo están envejeciendo

Juan Daniel Oviedo, director general del Dane, dijo hace algunos días, en medio de la presentación del Censo Nacional de Población y Vivienda 2018, que hay más jóvenes en el campo que en la ciudad. Aunque parece una buena noticia para el país, el dato trae consigo un fenómeno que no lo es tanto. Colombia, y su ruralidad incluída, envejecen. La transformación es evidente si se comparan la pirámide poblacional del Censo de 2005 y la que mostró Oviedo. Y aunque se trata de un fenómeno nacional, e incluso global - a medida que hay más desarrollo, el nivel de natalidad tiende a la baja-, en Colombia la peor parte la puede estar llevando la ruralidad, si se tiene en cuenta que el número de habitantes fuera de las ciudades pasó del 30 al 23 por ciento, según el Dane.

12-sep-2019

El planteamiento corresponde más a un proceso migratorio a nivel interno que se estaría produciendo por altos niveles de pobreza y por una búsqueda de mejores oportunidades en las grandes urbes.En las fincas las frases son calcadas: "no hay juventud", dice un campesino preocupado por el abandono estatal en el Meta donde muchos jóvenes quieren ir a Villavicencio o a conquistar Bogotá, y reafirma el problema desde lo que percibe: "nos estamos quedando solos", se queja,"estamos quedando un poco de viejos que poco a poco dejaremos de producir". Según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade), en 1950 el volumen de la población rural era levemente más alto respecto al urbano. Y el pronóstico más reciente: en 2050, menos de un 15 por ciento de la población viviría en el campo.

Como son los jóvenes los que se van, lo que hace que la mano productiva en el campo sea escasa y sobre todo vieja, vale la pena considerar el panorama sobre desarrollo rural en el que se encuentra Colombia. La pobreza monetaria, que calcula el valor de la línea de pobreza per cápita nacional en las regiones ronda el 36 por ciento frente al 24,4 por ciento en las ciudades. Tampoco es alentador el Índice de Pobreza Multidimensional, que analiza cinco dimensiones fundamentales del bienestar: condiciones educativas, condiciones de la niñez y juventud, trabajo, salud y, servicios públicos y condiciones de la vivienda. Ahí, la brecha es grande: la ruralidad aparece con un 39,9 por ciento frente a un 13,8 por ciento en lo urbano.

En un artículo de la Universidad Nacional, el académico José Leivobitch advirtió en 2015 que detener o desacelerar la migración de los jóvenes a las ciudades "será uno de los grandes retos que el país asumirá en los próximos años". Aunque hay programas que inciden directamente, no hay una estrategia convergente con los frentes por donde se puede accionar: fortalecimiento de centros educativos, acceso a la tecnología (solo el 43,4 por ciento del país tiene acceso a WiFi), y fortalecimiento de expresiones culturales.

La propiedad como posible comienzo

A medida que el campesino envejece, y su fuerza de trabajo se reduce, la finca empieza a reflejar también el inevitable paso del tiempo. "Es un círculo vicioso", afirmó Guillermo Trujillo Estrada, expresidente de Fedecafe."El que tiene tierra no migra fácil porque está arraigado a su terruño, ahora bien, ¿cómo lograr que eso sea atractivo para la gente que ya tiene un nivel educativo más alto? Se necesita propiedad, porque si los ponen a jornalear en la finca de un tercero prefieren jornalear en la ciudad: pegar ladrillos a coger café", aseguró. "Colombia tiene un índice Gini que supera 0,86. Si llega a 1 sería que una sola persona es dueña de todas las tierras en el país", le dijo a SEMANA RURAL el director del Centro de Pensamiento de Desarrollo Rural de la Universidad Nacional, Fabio Leiva.Al respecto, dice el director del Dane, hay un número destacado de extranjeros que se ha interesado por habitar el campo colombiano, pero solo ha sido un soporte para aliviar el peso de la ausencia de mano de obra.

Según el Observatorio Proyecto Migración Venezuela, con base en GEIH-DANE, del total de venezolanos en el país, a diciembre de 2018, cerca del 50 por ciento realizaba alguna actividad económica. De esos, solo el 5,7 por ciento se dedicaba a actividades del campo, lo que sin duda plantea una gran oportunidad para el país. En el caso del café, en épocas de prosperidad, las cifras en educación registraron históricos altos. Quizá por eso hay casos donde los jóvenes regresan a proponer nuevos flujos de trabajo."Mi familia cultiva café hace 30 años y siempre se ha dedicado a trabajar varias especies. Siempre hemos cultivado en Trujillo, Valle del Cauca", cuenta Daniela Duque para explicar la tradición que debió mantener. Ella dice que sí ha existido un relevo generacional. Los departamentos más viejos son Quindío, Caldas, Risaralda y Valle del Cauca con una proporción de 83 a 103 mayores de 60 años por cada 100 menores de 15 años. En esa misma medida, hecha por el Dane, los más jóvenes son Vaupés, Guainía, Vichada y Amazonas.

El panorama no parece muy alentador y los consumidores no parecen contemplar que si el campo se queda sin manos, ¿quién va a cultivar y qué vamos a comer?

Fuente: RELEASER

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